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A partir de los 5-6 años, es necesario que el niño tenga la figura de la autoridad, amable eso sí, para que más adelante se pueda educar la libertad. Para ello, son necesarias ciertas herramientas que el niño interioriza en estos años.

Lo primero, es conveniente situarse bien como padres:

  1. Hay que procurar estar en casa (madre y padre)
  2. No dejarlos todo el tiempo en manos de la cuidadora, servicio, etc.
  3. Somos padres, no profesores
  4. Hay que definir muy bien los espacios
  5. Tener claro qué queremos de ellos
  6. Saben qué se les pide y que pueden hacerlo
  7. Dejarles tiempo para descargar su energía
  8. Tener paciencia. Es algo que se consigue y se “lucha” poco a poco
  9. Sabemos dónde queremos llegar con ellos
  10. Preceptuación: aspecto esencial que hay que trabajar

Hay una premisa que es indispensable para poder educar bien: vuestro acuerdo. Esto conlleva un proyecto educativo común: ¿dónde quiero estar? ¿dónde estoy?… Para llegar a donde nos proponemos, es muy importante saber dónde estamos y así poder elegir el camino más adecuado.

El acuerdo en lo que pedimos y cómo lo hacemos: atención a las desautorizaciones del padre a la madre o viceversa… Si nos desautorizamos fortalecemos su desobediencia y les quitamos la referencia de lo que está bien o mal. Cada desautorización es una fisura por donde se pueden colar los hijos siendo un caldo de cultivo para aprender a mentir…

Es importante tener en cuenta la edad de nuestros hijos y no olvidar que son niños, no adultos. Por eso tiene que aprender. Estamos en la edad en la que están forjando su voluntad y su carácter. Somos nosotros los que debemos enseñarles el valor de la obediencia (como virtud). Sabemos que la obediencia es muy costosa. Lleva años. La obediencia tipo instrucción no porque se adquiere con hábitos y rutinas. Pero la obediencia libre y profunda es un proceso de años.

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De todas formas, es posible educar en obediencia! Existe el SÍ. Existe el NO. Pocas explicaciones. Que aprendan a esperar. Y no perder ese principio de autoridad que pone todo en orden. La virtud de la obediencia empieza desde pequeñitos, con herramientas que son mero “adiestramiento”. Porque quieren conseguir autoestima. Para los pequeños es lo más importante. Pero en Primaria, estamos en la fase de transición entre “querer complacer a mis padres” a “sé que debo hacer esto y por eso obedezco”.

¿Dónde es esencial la obediencia? Cada familia tiene su estilo pero hay aspectos fundamentales en la vida de un niño que depende de criterios de los padres a los que deben obedecer: levantarse y acostarse, trabajo personal (tareas como se les pida), aseo personal y respeto a los mayores.

Mucha gente comenta que sus hijos les obedecen pero a la cuarta, a la quinta intentona… ¿es eso obedecer? NO. Eso es la consecuencia del sistema en el que vivimos y al final, se les exija o no, acaban haciendo las cosas que uno hace normalmente. Pero obedecer es otra cosa!! ¿Obedecer a la primera es posible? SÍ. ¿Son infelices los niños que son obedientes? ¡Al revés! Les facilita muchísimo la vida. Adquirir la virtud de la obediencia solo tiene beneficios. Lo malo es para el educador, porque es una tarea árdua. Por eso, mucho ánimo. Merece la pena!

«Mucha gente comenta que sus hijos les obedecen pero a la cuarta, a la quinta intentona… ¿es eso obedecer? NO»

¿Hay que ser estrictos si no obedecen a la primera? A estas edades sí es necesario que tengan consecuencias. Sin afixiarles ni sacar las cosas de quicio. Simplemente, cumplir las consecuencias que previamente conocían si decidían no obedecer. Una vez visto que los más pequeños obedecen por puro amor a sus padres, según van creciendo tienen otros factores en su personalidad que se lo hace más difícil. Por eso, esta es la edad donde es más fácil dejarse llevar por la blandeguería y eso les estropea mucho. Les baja mucho el tono personal.

ES CLAVE NO PERDER LA CALMA. Más vale vivir el día a día en una casa con buen ambiente que tener hijos muy obedientes a costa de unos padres desquiciados. La vida hay que vivirla lo mejor posible. No nos olvidemos que el objetivo de todas las herramientas de educación es conseguir vivir en una familia en paz. Sin grandes “momentazos”. Ayuda mucho tener el espacio suficiente para que cada uno esté contento y así se genere buen ambiente en casa. Y no perder de vista que salir un rato a dar una vuelta a veces puede ser un gran acierto.

Pero, ¿y qué pasa cuando la paciencia se agota? ¡Nos pasa a todos! Es el momento entonces de revisar las reglas del juego juntos. Identificar quién ha fallado y marcarle pautas. Si la situación se puede enderezar, hacerlo con firmeza y si resulta muy intenso por acumulación de acontecimientos, es mejor mirar a otro lado. A veces, es buena decisión.

En el caso de la obediencia, suelen darse diferentes escenarios: por diferencia de edad, por personalidad desafiante que se rebela, por ser sordos a las órdenes… Conviene distinguir bien entre unos y otros. Sin miedo al trato diferente. Es bueno que se acostumbren desde pequeños a que no todos tienen lo mismo, ni se les compra lo mismo, ni que todo es de todos, ni que los regalos de uno deben costar lo mismo que los de otros… Es muy importante hacerles ver, desde siempre, que cada uno es diferente y tiene vidas diferentes. Los mayores son los eternos obedientes… por eso hay que compensar su rol con cosas o situaciones que les hagan amable y especial su primogenitura.

Cuando se rebelan por querer salirse con la suya, es un momento perfecto para enseñarle quién decide en casa. El principio de autoridad es un derecho de nuestros hijos. Sabiendo muy bien qué hay que hacer y cuándo (claridad al pedirles las cosas). No darles opción a que no lo hagan porque se acostumbran. Tener normas conocidas por todos evita la asfixia porque no hay que ir dando órdenes cada rato si hay normas establecidas. Evitemos mandar en positivo siempre, teniéndoles a nuestro favor y sin enfrentamientos para no perder la calma si puede ser. Es eficaz no dar una segunda posibilidad de rebelión: gracias a una respuesta clara que haga que no compense ni pensarlo.

Los hijos que son sordos a las órdenes alargarán su desobediencia en función de las consecuencias de su sordera. Buscan límites. El hijo sordo por aburrimiento de oírme, no obedece porque sabe que lo voy a repetir n veces (el padre suele necesitar la mitad de veces). Reconducirlo es necesario cuando veo que este es mi caso. Otra vez más, se ve la importancia del apoyo de padres a madres. Otra causa de la sordera es el exceso de órdenes a la vez. Las órdenes deben ser pocas y claras. Sin olvidarnos qué tenemos delante: niño de 6 años, niña de 7 años, niña de 9 años… en cualquier caso, niños que están en la edad de afianzar la obediencia en su carácter. ¡Necesitan aprender!

Razonar vs mandar
En el tema de la obediencia, siempre surge la gran duda de si es mejor razonar o exigir porque sí… La obediencia rápida es imposible si se les ha acostumbrado a que se les razone todo. Se crea una lucha de tú a tú, nada beneficiosa para el futuro. Asumir las cosas porque las dicen mis padres, les ayuda a aceptar cosas que no se entienden. Y esto ayuda mucho cuando han de decirse que no ya de mayores en tantas cosas. También, les hace aceptar mejor la fe. No serán borregos si pasamos naturalmente de la obediencia que crea hábito a la crítica constructiva que hace entender aun aquello que no deseas. Ya hemos visto que de pequeños, es una mera instrucción pura y dura. Ahora, afianzamos la obediencia y ese hábito. Y de mayores, con uso de la libertad, buscan obedecer con responsabilidad.

¿Y qué pasa cuando mi hijo o hija tiene genio y malos modos con sus padres pero en el cole me dicen que es impecable? Tema de preceptuación importante! La preceptora puede influir muy positivamente y provocar la reacción esperada. A estas edades, durante Primaria, las alumnas son muy dóciles y quieren hacerlo bien.

Algunas pautas muy básicas:

  • Les cuesta aceptar el no por respuesta
  • Jamás se cede antes las malas contestaciones o malos modos
  • Hay que ser contundente en la respuesta de esos malos modos
  • Los hijos son los que tiene que ayudar a sus padres y no al revés: llevar carpetas, mochilas, abrigos…
  • Los primeros puestos son para nosotros y no para ellos: han de acostumbrarse a que no son el centro de la familia. El centro es el matrimonio. Si padre y madre se quieren, se tratan con cariño y muestran su afecto, es todo mucho más fácil.
  • Tiene que aprender a servir. A querer.

Toca el turno de las consecuencias. Tiene que haber! ¿Eso es que hay que castigar? Proporcionalmente a la acción cometida, sí. Nunca cuando estemos alterados. Y nunca perdonar las consecuencias porque les estamos equivocando nosotros mismos!! Por tanto, si mi hijo teniendo claro lo que debía hacer, no lo hace, debe tener consecuencias para aprender pero, no podemos olvidar que lo más importante es que el ambiente de casa debe ser amable y, habitualmente, tranquilo y en paz. A los que no nos gustan los castigos y los llamamos consecuencias, nos consuela saber que a medida que crecen los hijos, si ahora se ponen bien las bases, no habrá que castigar en un futuro casi…

Por nuestra parte, debemos ser firmes y contundentes para exigir obediencia porque así les ayudamos a esquivar el castigo. Y no perder de vista que la autoridad que funciona de verdad es al que surge del cariño de los padres porque hemos sabido empaparles de amor, sin darles concesiones absurdas al egoísmo. Este cariño no son sólo besos y caricias… también es cariño la exigencia. Muy eficaz explicarles que nunca se tiene toda la razón y demostrarles de forma evidente que no la tiene cuando sea verdad. A veces, una cura de humildad (siempre a solas) les hace autoconocerse mucho y les ayuda. Por supuesto, no alabarles demasiado sus propias virtudes porque se desvirtúan… Que no tiene nada que ver con no poder reforzar sus puntos fuertes que siempre les motiva muchísimo.

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La clave es tener muchísimo diálogo con los hijos. Así, todo les calará hondo. Si les vemos poco o les dedicamos poco tiempo porque hay otra persona que ya lo hace, enseñarles a obedecer es muy complicado. La coherencia de sus padres les hace confiar en nosotros y querer obedecer. Que puedan comprobar que lo que les decimos es verdad. Que lo hacemos. La coherencia es el caldo de cultivo más fértil.

Algunas reflexiones sobre la obediencia:

¿Cómo hacerles ver que obedecer es por su propio bien, que es parte de su educación y no un capricho de estilo de sus padres?

¿Podemos obligar a hacer cosas sin motivos de peso, sólo por practicar la obediencia y reafirmar la autoridad paterna?

¿Los hijos pueden hacer lo que quieran desde los 18 años?

María Torrego
Head of Ethos (Primary Stage)

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