¿La tecnología en la educación funciona? – Firma invitada: Gonzalo Sánchez Pérez de la Blanca

Este mes recibimos como firma invitada en la sección de Growing Deeper a Gonzalo Sánchez Pérez de la Blanca, responsable de EMEA en Edpuzzle. Una lectura recomendada para todos.

La tecnología en educación no funciona. Y sabemos que no lo hace porque no es capaz de generar consenso acerca del impacto positivo que puede provocar en el proceso de enseñanza-aprendizaje como lo hacen otras herramientas que ya se usan: libros de texto, la pizarra, la calculadora…

De hecho, todas estas herramientas han generado consenso desde el inicio de su implantación y, gracias a ello, fueron adoptadas masivamente y hoy son generalmente aceptadas. ¿O no ocurrió exactamente así? En efecto, las reacciones de las comunidades educativas en las distintas épocas donde se produjeron estas incorporaciones fueron dicotómicas y, en algunos casos, agresivas. Por lo tanto, juzgar la conveniencia o no de algo por la reacción a corto plazo que produce parece poco aconsejable.

¿Qué dicen los expertos sobre la tecnología en educación?

En cualquier caso, siempre podemos recurrir a la investigación para hacernos una idea de si el uso de tecnología en educación tiene una base científica y, en consecuencia, debería estar a favor de su implementación. La realidad, de nuevo, se hará presente cuando encontremos referencias de artículos con conclusiones en diferentes sentidos que necesitan de un conocimiento previo profundo y de un análisis concienzudo para descontar los sesgos, discriminar lo que nos parece razonable y guiar nuestra conclusión. Como ejemplo, algunas conclusiones del informe 2023 GEM Report, Technology in education: a tool on whose terms? expresan que “No abundan pruebas adecuadas e imparciales sobre el impacto del uso de la tecnología” o “Algunas tecnologías educativas pueden mejorar ciertas modalidades de aprendizaje en determinados contextos” (UNESCO, 2023). Por lo tanto, su conclusión a la pregunta de si la tecnología tiene un impacto positivo en el aprendizaje es “depende”.

Por un lado, “depende” es una respuesta poco satisfactoria. Por otro lado, trasladar la conclusión del impacto de una herramienta de un contexto que desconozco -como puede ser un grupo de colegios de otros países- al contexto que es relevante para mí es una tarea complicada. Ambas razones me impulsan a analizar la pregunta más como un padre que está pensando en el colegio de sus hijos que como un profesional del sector. En este sentido, vamos a transformar la pregunta “¿Tiene la tecnología un impacto positivo en el proceso de enseñanza-aprendizaje?” por “¿Tiene o podría tener la tecnología un impacto positivo en el proceso de enseñanza-aprendizaje en el colegio de mis hijos?”.

Antes de intentar dar respuesta y centrarnos en el contexto específico de nuestros hijos, vamos a establecer una serie de premisas que nos ayuden a analizar la realidad que nos rodea desde el prisma de conceptos claros:

1.- ¿A qué nos referimos cuando hablamos de tecnología en educación o “pantallas”?

Numerosos titulares han inundado los medios en los últimos meses abordando este concepto de “tecnología en educación” incluyendo todo tipo de realidades distintas en el mismo saco. Hablar de la prohibición del móvil personal de los alumnos en los colegios o institutos y extender ese mismo razonamiento a cualquier dispositivo que se pueda poner a su alcance haciendo ver que ambos casos son iguales es un claro ejemplo.

Por un lado, tecnología de ocio -en la que podemos incluir redes sociales o videojuegos- y, por otro, tecnología productiva -donde tenemos desde calculadoras hasta softwares educativos o plataformas editoriales-. El objetivo, diseño y mecanismos de activación del usuario son distintos en ambos casos y, por lo tanto, es difícil pensar que el impacto de distracción que tiene en un adolescente el acceso a Instagram durante su jornada lectiva es el mismo que el de tener acceso a cualquier procesador de texto, hoja de cálculo o material curricular. Así mismo, titulares que pretenden señalar sólo la introducción de la tecnología en el aula como causa de, por ejemplo, la bajada de rendimiento en lectura en pruebas nacionales y/o internacionales, es simplista y obvia el impacto que tiene, entre otros factores, el creciente uso de la tecnología de ocio en los hogares.

2.- ¿Cuáles son los principales beneficios que la tecnología puede aportar en el proceso de enseñanza-aprendizaje?

Podemos enumerar varios beneficios que la tecnología puede aportar en este proceso pero, fundamentalmente, los agrupamos en tres: eficiencia, variedad de formatos e interactividad.

La eficiencia nos permite llegar mejor a cada alumno y acercarnos al gran objetivo de la educación personalizada, en la que el profesor sigue siendo el líder del proceso pero se apoya en la tecnología para poder ahorrar tiempo en determinadas tareas o poder extraer conclusiones sobre el desarrollo de cada alumno con mayor información. La variedad de formatos que la tecnología digital nos ofrece permite distribuir contenido en distintos medios, lo que favorece la asimilación por parte del cerebro. La interactividad nos puede ayudar a que el alumno adopte una actitud activa en el proceso.

Obviamente, estos beneficios por sí mismos no están aislados y no justifican una disyuntiva entre tecnología en todo momento o tecnología en ningún momento, sino que abren un panorama en el que el proceso de enseñanza-aprendizaje se puede ver impactado positivamente en el caso de un correcto equilibrio.

3.- ¿Qué entendemos por educación y, por ende, cuál es el rol del profesor?

La educación y su objetivo general ha sido causa de debate y de distintas aproximaciones a este proceso durante varios siglos. Personalmente, no entiendo la educación como el medio que tiene un sistema para crear “ciudadanos del futuro” sino como un proceso personal en el que la libertad del educando juega un papel fundamental. De hecho, ayudar al educando a aprender a administrar su libertad es, a mi parecer, uno de los objetivos fundamentales de la educación. Al ser la educación un proceso entre personas, el rol del profesor debe ser siempre el de líder de dicho proceso y, por lo tanto, debemos enfocar siempre el uso de la tecnología como una herramienta que apoya al docente en su tarea y, en tanto en cuanto lo consiga, será beneficioso. Aunque, como bien sabemos, el fin último de la educación es el alumno y de él mismo y el ejercicio de su libertad depende que el proceso sea efectivo.

4.- ¿Cuáles son los grandes retos de la educación?

Universalidad y personalización. Desde el proceso de urbanización del mundo, la educación pasó de ser totalmente personalizada y poco accesible -era recibida sólo por unos pocos que podían permitirse un preceptor o una institutriz en casa- a necesitar ser universal y estandarizada. La tecnología ya ha demostrado que es capaz de romper esta dicotomía que ha existido en los dos últimos siglos, ayudando a la universalidad al distribuir contenido de alta calidad a poblaciones con acceso restringido y a la personalización de la educación al poner en manos del docente herramientas que le permiten adaptarse, de forma más eficiente, a las distintas necesidades de su alumnado.

Teniendo claras las premisas se puede intentar abordar la compleja pregunta con la que iniciamos el escrito: ¿Tiene o podría tener la tecnología un impacto positivo en el proceso de enseñanza-aprendizaje en el colegio de mis hijos? Como padre, al analizar esta cuestión, automáticamente me surgen otras tres a las que debo encontrar respuesta para poder tener una opinión fundada:

1.- ¿Por qué se implementa tecnología en el colegio?

O, dicho de otra manera, ¿cómo impulsa la introducción de tecnología el proyecto educativo del colegio? En este caso, la visión antropológica que defiende y a la que aspira este colegio es cristiana, con especial foco en la libertad y en el compromiso con el entorno familiar, profesional y social. La creatividad, alegría, generosidad y espíritu de servicio son rasgos fundamentales que se intentan inculcar a las alumnas. Por lo tanto, debemos pensar en si la tecnología es una buena herramienta para ayudar a las alumnas a desarrollar su libertad -la capacidad de elegir bien, no simplemente el hecho de tener más alternativas para decidir- haciendo hincapié en los aspectos previamente mencionados sobre los que este colegio construye su proyecto educativo. En cualquier caso, necesitamos analizar si estamos alineados con el proyecto educativo y esta visión antropológica, que debería ser la principal razón por la que hemos elegido este colegio y no otro. En caso contrario, acabaremos por “chocar” con determinadas decisiones del centro y de los profesores ahora o más adelante.

2.- ¿Cómo se va a implementar esa tecnología en el colegio?

En este sentido, es importante reflexionar acerca de los valores que deben guiar las decisiones de la comunidad educativa a la que pertenecemos y analizar si la implementación de la tecnología se ha hecho o se va a hacer conforme a estos valores. En concreto, en Alegra se trabaja para que dicha comunidad educativa sea integradora, dinámica, alegre, ambiciosa y familiar. La manera de implementar tecnología debería ser:

• Integradora: intentando no dejar a nadie atrás, independientemente de su conocimiento previo o pericia técnica.
• Dinámica: donde el intercambio, la conexión y el cambio sean fluidos y no vistos como un valor en sí mismos sino como un medio para generar un bien mayor.
• Alegre: ayudando a todos los miembros de la comunidad en este proceso para reducir las frustraciones y potenciales desencuentros por desalineamiento.
• Ambiciosa: estableciendo metas altas desde el punto de vista del proyecto educativo y exigiendo a la tecnología un nivel de impacto y desempeño a la altura de dichas metas.
• Familiar: ayudando a las familias para que la tecnología forme parte de la educación también en casa, formando cada una su criterio para que pueda tomar decisiones coherentes acerca de cómo implementarla y utilizarla como medio de educación en la libertad a los hijos -y aprendizaje también para los propios adultos-.

3- ¿Qué tecnología se va a implementar?

Solucionadas las preguntas anteriores satisfactoriamente, ha llegado el momento de analizar la tecnología elegida en particular. Para ello, es importante tener claros ciertos criterios, de los que mencionamos algunos aquí:

• Flexibilidad: que pueda ser utilizada en distintos contextos -dentro y fuera del aula, por ejemplo-, dispositivos o niveles.
• Seguridad y privacidad: obviamente ambos temas son muy sensibles, especialmente cuando hablamos de menores en general y, en particular, de nuestros hijos. Internet es un océano difícil de navegar para cualquiera y el colegio debe crear un entorno más limitado para que los niños puedan aprender en un campo de ensayo. En cualquier caso, las herramientas de filtrado no son perfectas -aunque algunas funcionan mejor que otras- y se han ido encontrando “puertas de atrás” que se han ido solucionando. El hecho de descubrir o haber sido informado de una de estas “puertas de atrás” es una ocasión maravillosa para ayudar a desarrollar esa capacidad de elegir bien cuando elegir mal es muy fácil, de la misma manera que ocurre con un niño cuando empieza a andar solo por la calle.
• Economía: cuáles son los números a corto y largo plazo del proyecto tecnológico, con especial mención a los costes de mantenimiento y a los ciclos de reposición en el caso de los dispositivos.
• Adaptabilidad: la tecnología debe estar adaptada y ser coherente con el nivel de madurez del alumno, y no al revés. Recordemos que el objetivo fundamental es el proyecto educativo -los niños y el desarrollo de su libertad- por lo que debemos adaptarnos a sus ritmos. No tendría mucho sentido ver a niños en infantil intentando trabajar con escuadra y cartabón, de la misma manera que no tendría mucho sentido dar acceso a determinadas plataformas para las que el niño puede no estar preparado en edades tempranas.

En definitiva, en un tema controvertido y que genera mucho ruido y razonamientos exaltados, cojamos distancia e intentemos discernir lo esencial de lo accidental. No perdamos de vista el fin último. En el fondo, sigamos un proceso para poder tener un papel claro y protagonista en este aspecto tan relevante de la vida de nuestros hijos: entender – analizar – decidir – involucrarse.