Diciembre, 2022

Lealtad

Educar en la promesa

Cuántas veces hemos experimentado cómo agrada rodearse de personas, que ofrecen una amistad leal, desinteresada, amigos en los que se puede confiar. Personas que apreciamos y con las que te sientes seguro porque sabes que no fallan.

Vivimos en una sociedad ciertamente egocéntrica y con tendencia al individualismo, sin embargo, es posible mirar con esperanza nuestras familias y el colegio como lugares dónde se pueda aprender a vivir la lealtad. La sociedad postmoderna necesita recuperar la confianza en el hombre, sujeto relacional que es capaz de amar, prometer y cumplir.

La lealtad radica en la grandeza del corazón humano, hecho para amar y ser amado. Las virtudes se siembran desde la infancia, con el aderezo de pequeñas promesas, con la paciencia del poco a poco. Juan Pablo II en referencia al amor decía: “el amor no es cosa que se aprenda y, sin embargo, no hay nada que sea más necesario enseñar”. Aprender a prometer es mucho más que adquirir una competencia o poseer una información, es quizá “enseñar el arte de vivir”. Se aprende con naturalidad en la familia, fruto del amor entre los esposos, del que se alimentarán los hijos, facilitando que madure en ellos la lealtad y la fidelidad.

Fuera del hogar podéis ayudar a vuestros hijos a ser comprensivos, si les enseñamos a entender las emociones, las acciones o comportamientos de los demás. Aprender a empatizar es el punto de partida para fraguar después amistades duraderas. Entender desde pequeños que somos diferentes y que las circunstancias de otros, pueden no ser iguales que las nuestras, pero no por ello, dejar de abrir el corazón y acoger la historia que hay detrás de cada persona. La grandeza de tener amigos es un bien para uno mismo. Es mucho más que coleccionar “likes”, o ganar “followers”, tener capacidad de tener amigos por los que estaría dispuesto a arriesgar, nos engrandece como personas. ¡Esto es lo que merece la pena!

En la familia se vive la lealtad si procuramos hablar bien de las personas, si nos entrenamos en el arte del trato amable, si los hijos son testigos de cómo los padres saben pedir disculpas, porque no siempre seremos capaces de hacerlo bien. Es la primera lección de vida. En palabras del Papa Francisco: “No existe una familia perfecta. La familia solo crece con el ejercicio diario del perdón”. Así, nuestros hogares se convierten en lugares dónde se aprende a querer.

Acabamos de iniciar el Adviento, tiempo de espera por la llegada de la Promesa que se va a cumplir, Jesús. Ojalá Alegra y cada una de nuestras familias se preparen en estas semanas con un corazón magnánimo y leal para acoger el Redentor.

 

Olga García
Directora de Formación

 

Papa Francisco. Homilía 2 diciembre del 2018